sábado, 19 de abril de 2008

CAMPO DE SILENCIOS Y SILENCIOS




Esta mujer postrada en este hospital de Río de Janeiro, hoy, en esta mañana de invierno de 1977, intenta evadirse de las mantas y las sábanas y salir cuanto antes al pasillo. Muy enferma de cáncer, apenas puede erguirse y cuando la enfermera la retiene, ella contesta furiosa: "¡Usted ha matado a mi personaje!".

Es ella su personaje y a la vez son personajes suyos todos los que pueblan sus cuentos y novelas. Esta mujer se llama Clarice Lispector, una de las escritoras brasileñas más importantes del siglo XX, una de las voces únicas e inimitables de la narrativa, personalidad sin duda misteriosa e indescriptible. En una ocasión anterior he hablado de ella en Mi Siglo. Siempre me fascinó su voluntad creadora, la forma singular que tenía de componer sus libros, no planificando nada sus construcciones de creación y en cambio añadiendo eslabones y fragmentos que podían surgir en su mente en un momento cualquiera y que ella recogía como piezas de oro, -"estados de gracia", decía - nacidos en el marco de la vida corriente y doméstica, ideas que atrapaba viajando en un taxi o tomando un café.

He vuelto a leer esos esbozos absolutamente acabados de su prosa enigmática:

"-Mañana cumplo diez años. Voy a aprovechar bien mi último día de nueve años.

Pausa, tristeza:

-Mamá, mi alma no tiene diez años.

-¿Cuántos tiene?

-Sólo unos ocho.

-No importa, es así.

-Pero creo que deberíamos contar los años por el alma. Diríamos: aquel tipo murió con veinte años de alma. Y el tipo habría muerto con setenta años de cuerpo". ("Para no olvidar") (Siruela).

Sí, para no olvidar estos sorbos de prosa, expresiones y exploraciones que ella denominaba "campo de silencios y silencios".

De origen ucraniano y judío, nacida en Tchetchelnik en 1920, reposa en el cementerio israelita de Cajú, en Río Janeiro.

Su mirada rasgada, de felino, no se extendía sólo a cuanto la rodeaba. Entraba con agudeza inusual en el corazón de todos sus escritos.

miércoles, 16 de abril de 2008

CÓMO NACEN LAS NOTICIAS



¿El aliento de Filípides expirando de fatiga al llegar a Atenas, corriendo desde Maratón, va a figurar como una de las primeras noticias del mundo? Este jueves se inaugura en Washington el "Newseum", Museo de la Noticia, en la avenida de Pennsylvania. Cuatro pisos de altura, 14 galerías, 15 aulas, 2 estudios de televisión, 350 primeras páginas históricas. ¿Y el aliento del correo Filípides? ¿estará?. Es el primer entrenado para transmitir tras 225 kilómetros una noticia antes de morir, el mensajero de la boca entreabierta y los ojos en blanco, el heraldo que tiene que pronunciar antes de caer vencido que la victoria ha sido conseguida, que el resultado de la victoria lo entrega él nublada la vista y los brazos palpando la muerte, esa victoria que apenas pronuncian sus labios.

Después hay otras noticias transcendentales que cruzan el mundo como relámpagos. "Hitler ataca a los polacos", anuncia el "Baltimore News Post" el 1 de septiembre de 1939. "El presidente Kennedy asesinado" (1963), "Cápsulas envenenadas de Tylenol" (1982). Furio Colombo en "Últimas noticias sobre el periodismo" (Anagrama) dedica páginas muy interesantes al nacimiento y a la muerte de una noticia, a cómo surgen y cómo desaparecen esos granos y esas nubes de noticias que estallan en los telediarios y que expanden su interés en la pantalla durante días y semanas: parpadean, fascinan, cansan y al fin desaparecen por mil motivos diversos, no siempre muy honorables. "El problema - dice Colombo - es que una cantidad de fuentes interesadas pueden crear literalmente una noticia, no inventándola sino, más simplemente, poniéndola a disposición de los media. El coste del trabajo, la velocidad del montaje y la necesidad de mantener disponible un bazar de informaciones asegura habitualmente que los media no desperdicien la oferta".

El público tiene hambre de noticias y "el problema -sigue diciendo Colombo - tiende a hacerse más complejo con la irrupción de las redes electrónicas de libre acceso tipo Internet, en las cuales siempre es posible introducir nuevo material informativo que tiene por fuente a sí mismo. En el colmo de su complejidad organizativa, cultural y tecnológica, el periodismo parece volver a su origen: la opinión, el rumor, el viajero que cuenta, el paseante testigo, la opinión que se convierte en hecho".

Sigo viendo a Filípides correr de Maratón a Atenas, de Atenas a la Avenida de Penssylvania en Washington, intentando llegar con los labios entreabiertos al "Newseum", intentando balbucear antes de morir una de las primeras noticias del mundo.

martes, 15 de abril de 2008

EL MAGNETOFÓN CHINO



Abro la puerta de Mi Siglo, atravieso el umbral de este blog y entro en esta habitación parisina en donde dicta este hombre a oscuras. Es Gao Xingjian, nacido en Jangsu (China) en 1940, que fue Premio Nobel en 2000, poeta, director de teatro, dramaturgo, novelista y pintor, que vive en la capital francesa desde hace años y que casi no ha notado que yo he entrado en este despacho donde él trabaja. Está modulando su prosa en el oído de un magnetofón, como hacía, tumbado en un sofá y con las luces apagadas, el español Gonzalo Torrente Ballester, según cuenta él en Los cuadernos de un vate vago (Plaza-Janés), obra aleccionadora y divertidísima que cuenta los desahogos y la gestación -a veces cómica, a veces dramática - de muchos otros libros suyos.

Pero Gao Xingjian casi no ha oído que yo he entrado.

- Mi primer borrador, ¿sabe usted? - me dice en la penumbra - procede de lo que le he contado al magnetofón, y cuando reviso el texto, lo recito en mi interior en silencio.

Es lo que oigo y lo que veo en este despacho cuando flota la musicalidad de la lengua china entre estos muebles y los caracteres vienen y van de la boca del escritor a la recepción del aparato para tornar nuevamente a este hombre que escribe tan enamorado de los significados como de los sonidos.

- El lenguaje vivo, si usted se fija - continúa en voz muy baja -, tiene siempre un tono determinado, y someterlo a la prueba de la audición es un buen método para filtrar y pulir los desarreglos de estilo. Las palabras que el oído no acepta o entiende, o bien no han sido dichas con claridad, o bien no tienen razón de ser. Y ¿qué puede transmitir a los demás un autor que no se entiende a sí mismo? La musicalidad del lenguaje es muy importante. La inspiración que yo hallo en la música supera con creces la que pueda proporcionarme cualquier teoría literaria. Antes de escribir elijo bien la música que quiero escuchar, pues es la que va a ayudarme a adquirir la disposición de ánimo necesaria para la escritura, a encontrar el timbre y el ritmo de la lengua. Si la narración grabada en el magnetofón o las oraciones escritas sobre el papel se tornan frases musicales que se pueden palpar y sentir, la escritura deja de ser un mero conjunto de nociones y conceptos acuñados por el intelecto.

Pasan entre nosotros, en esta atmósfera del despacho de París, los vuelos de los signos con sus ademanes agudos y graciosos, los trazos suaves o vivaces que nacen en los orígenes de la lengua y que se precipitan enseguida sobre el lenguaje escrito.

- La lengua está, por naturaleza, ligada al sonido; la escritura es posterior - me dice Xingjian -. El lenguaje escrito es un modo de registro de la lengua, y la caligrafía que evoluciona de los caracteres chinos pertenece a las artes plásticas y no tiene nada que ver con el arte del lenguaje. La búsqueda del tono, por otra parte, es, para mí, lo más importante de la escritura. El tema, los personajes, la estructura e incluso el pensamiento subyacente en la obra deben hallarse diluidos en el tono de la composición. La escritura comienza en la búsqueda del tono, y todo lo demás forma parte de los preparativos previos. Lo primero que yo hago al ponerme a escribir es intentar saborear de nuevo el lenguaje.

Salgo de este despacho parisino sin hacer el menor ruido para no interrumpir ese lazo secreto que está uniendo al magnetofón con la voz, el respirar del aparato con el respirar del escritor. Al entrar de nuevo en Mi Siglo y cerrar la puerta veo lejos, a través de las ventanas, el temblor de esa llama olímpica que es una lengua diminuta camino de China, esa China de la que un día salió Xingjian exiliado y a la que nunca sabe si volverá.

(Imagen: fotografía de Gao Xingjian)