sábado, 12 de abril de 2008

EPIFANÍAS





Cuando Greta Conroy (Anjelica Huston) se detiene en lo alto de la escalera al fin de la velada en la casa de los Morkan no se da cuenta de que su marido la está mirando. "Gabriel no había salido a la puerta con los demás - escribe Joyce en su cuento "Los muertos", del volumen "Dublineses" -. Se quedó en la oscuridad del zaguán mirando a la escalera. Había una mujer parada en lo alto del primer descansillo, en las sombras también. No podía verle a ella la cara, pero podía ver retazos del vestido, color terracota y salmón, que la oscuridad hacía parecer blanco y negro. Era su mujer. Se apoyaba en la barandilla, oyendo algo. Gabriel se sorprendió de su inmovilidad y aguzó el oído para oir él también. Pero no podía oir más que el ruido de las risas y de la discusión del portal, unos pocos acordes del piano y las notas de una canción cantada por un hombre.


Se quedó inmóvil en el zaguán sombrío, tratando de captar la canción que cantaba aquella voz y escudriñando a su mujer. Había misterio y gracia en su pose, como si fuera ella el símbolo de algo. Se preguntó de qué podía ser símbolo una mujer de pie en una escalera oyendo una melodía lejana. Si fuera pintor la pintaría en esa misma posición. El sombrero de fieltro azul destacaría el bronce de su pelo recortado en la sombra, y los fragmentos oscuros de su traje pondrían las partes claras de relieve. Lejana melodía llamaría él al cuadro si fuera pintor".

La escena fue filmada por John Huston desde una silla de ruedas y asistido con una máscara de oxígeno a causa de su salud. "Estoy adaptando un cuento de Joyce - declaró - que tenía pensado llevar al cine desde hace treinta años, pero con tantos filmes que he tenido que hacer para poder pagar a mis ex-mujeres y mis médicos, hasta ahora no ha sido posible".

Esa melancólica melodía lejana, "La joven de Aughrim", que Greta escucha entre recuerdos en lo alto de la escalera (y principalmente todo lo que la envuelve y la hace inexpresable), intenta ser en Joyce una mini-epifanía, es decir, una visión momentánea, ese instante de misterio que se revela sobre nosotros y que manifiesta el secreto último de las cosas. " Por epifanía - explicó Joyce en otra de sus obras - entiendo una manifestación espiritual repentina, ya sea en la vulgaridad del habla o del gesto o en una frase memorable de la mente. Creía que era propio del hombre de letras registrar esas epifanías con extremo cuidado, considerando que son los momentos más delicados y evanescentes".
En "Dublineses", en el "Retrato del artista adolescente" y en otros libros, Joyce aspira, por tanto, a revelar esas percepciones de la gracia y esas intuiciones de inmortalidad.
Después, Greta Conroy seguirá bajando la escalera. La epifanía se disuelve y la parálisis de Dublín, con sus calles y sus vidas, parece continuar. Las conversaciones entre Greta y su marido evocando aquel primer amor de juventud que tuvo ella y cuyo desenlace aún le persigue serán envueltos por la musicalidad de la nieve. "Caía nieve en cada zona de la oscura planicie central y en las colinas calvas, caía suave sobre el mégano de Allen, y más al Oeste, suave caía sobre las sombrías, sediciosas aguas de Shannon.(...) Reposaba, espesa, al azar, sobre una cruz corva y sobre una losa, sobre las lanzas de la cancela y sobre las espinas yermas. Su alma caía lenta en la duermevela al oir caer la nieve leve sobre el universo y caer leve la nieve, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y sobre los muertos".

jueves, 10 de abril de 2008

¿ REVUELTA O REVOLUCIÓN ?




"La revolución, incluso si no ha sido preparada, desemboca en un cambio radical en las instituciones. Es portadora de un proyecto de sociedad, que puede ser loco o delirante, pero que es coherente. La revuelta, al contrario, es un movimiento más eruptivo, más imprevisible, y que no está centrado necesariamente en el futuro. Así las revueltas son interesantes por aquello que revelan y aquello que las ha hecho nacer, mientras que las revoluciones son interesantes por aquello en que desembocan. Los movimientos de revuelta se han manifestado constantemente a través de la violencia pero siempre han conducido a un regreso al orden anterior. Es con la aparición de la idea de progreso que la revuelta se ha convertido en revolución, provocando los acontecimientos de 1789".

Estas palabras del historiador francés Le Goff siempre han estado en mi mente cuando me han preguntado por los "sucesos" del mayo francés de los que fuí testigo. No hubo revolución - en el sentido estricto - en mayo del 68. Habría que añadir - como digo en mi libro - las palabras de André Malraux , al que yo ví aquellos días como ministro de De Gaulle - intelectual hoy debatido en muchos foros pero que posee un bagaje cultural extraordinario -, cuando señaló: "Mayo no fue sino una inmensa ilusión lírica, el problema estaba en saber qué saldría de allí...La imaginación al poder no quiere decir nada. Porque no es la imaginación la que toma el poder, sino las fuerzas organizadas. La política no es lo que se desea, es lo que se hace. Lo importante no es gritar "¡Viva la libertad!"; es conseguir que las libertades se realicen en el Estado. Para mí, la ilusión lírica, en una revolución, es algo que debe ser superado. Mayo no fue más que materia prima...Lo que los jóvenes deseaban de nosotros, ante todo, era una señal de esperanza, en el fondo de unos malestares que sentían más que nosotros aún..."

Cuarenta años después de todo aquello, vienen también a mi recuerdo aquellas frases del director de una famosa librería parisina de izquierdas: " 1968 me dejó completamente sorprendido. Tenía cierta idea del proceso revolucionario, y no era en absoluto como aquello. Vi a estudiantes levantar barricadas, pero no sabían nada de la revolución. Eran chavales de instituto, que ni siquiera estaban metidos en política. No había organización, ni planificación de ninguna clase".

Testimonios, declaraciones, puntos de vista, debates en el tiempo.

(Foto: una calle del Barrio Latino tras una noche de barricadas)

miércoles, 9 de abril de 2008

IMÁGENES CONTRA IMÁGENES







Como en el bello título de una novela del escritor italiano Guido Piovene, "Piedad contra piedad", en aquellas semanas de mayo de 1968 en París que comento en mi reciente libro al que me referí en Mi Siglo el 4 de abril, las imágenes lograron ir contra las imágenes, y las imágenes de los fotógrafos que se adentraron por las calles de la capital francesa haciendo parpadear constantemente sus cámaras en busca de la noticia se encontraron instantáneamente con otras imágenes que les estaban mirando y que les hablaban desde los muros.



En el mundo no existían entonces los móviles, por tanto tampoco el "pásalo" de las voces al oído, y lo que las paredes parisinas sí "pasaban" a los ojos de los transeuntes eran los trazos y el lenguaje de los "grafittis" elaborados por los estudiantes en el "Atelier populaire des Beaux-Arts" y en el taller Brianchon ( en Bellas Artes). La crisis de mayo, según un sociólogo francés, "no fue revolucionaria ni en sus objetivos políticos, ni en sus objetivos sociales, pero sí lo fue en los medios de expresión utilizados".



En la noche del 13 de mayo de 1968 aparecieron en París los primeros "afiches" junto a "grafittis", consignas y octavillas. Pertenecientes a la categoría de arte popular, tanto porque hacían hincapié en la idea de anonimato como porque se adaptaban a una determinada demanda social, se empleó el offset en los carteles en ciertas ocasiones, aunque resultaba caro. Otros carteles fueron tirados en serigrafía a partir de fotos de prensa.


París - sobre todo el Barrio Latino - fue inundado de "grafittis" diversos.


TODO ES DADA, se leía en el Teatro Odeón.


OLVÍDENSE DE TODO LO QUE HAN APRENDIDO. COMIENCEN A SOÑAR, se podía ver en la pared de la Sorbona.


VIVIR CONTRA SOBREVIVIR, se leía en Nanterre.


DIGAN NO A LA REVOLUCIÓN CON CORBATA , se escribió en Bellas Artes.


EL ARTE HA MUERTO, LIBEREMOS NUESTRA VIDA COTIDIANA, apareció en la Sorbona.


Imágenes contra imágenes.


El ojo de la cámara fotográfica mirando a la cámara del muro.


Los dos ojos mirándose. Los dos lenguajes intentando entenderse.


Ese fue otro aspecto del París de entonces en su célebre mayo.


(Imagen: uno de los carteles que apareció en una calle de París)




lunes, 7 de abril de 2008

¿ESTÁ CERCA CHINA ?




- Me sorprende no advertir en Pekín, en esta ciudad tan lejana y diferente, nada o casi nada de extrañeza, sentirme mucho más a gusto de lo que yo pensaba .- me dice Claudio Magris sentado conmigo en este despacho de trabajo de Trieste, despacho fronterizo entre la realidad y la imaginación.

Vemos los dos juntos en los telediarios cómo va y viene dificultosamente la llama olímpica por las calles y manos del mundo, cómo vienen y van las relaciones entre China y Tibet, cómo se cruzan intereses, paces y conflictos.

Magris ha estado en China no hace muchos años y en diciembre de 2003 escribió el resumen de su viaje bajo el título "¿Está cerca China?", que ahora recoge en el volumen El infinito viajar (Anagrama).

- Vivir significa hoy, más que nunca - me dice Magris -, viajar; la condición espiritual del hombre como viajero de la que habla la teología es también una situación concreta para masas de personas cada vez más considerables. En las vertiginosas transformaciones del vivir, el regreso a sí mismo - material y sentimental - se vuelve más y más incierto: el Ulises actual no se asemeja al homérico o al joyceano, que al final vuelven a casa, sino más bien al dantesco que se pierde en lo ilimitado, a al del Li Sao de Chü Yüan, una peripecia ulisiana china, que al final ve su pueblo desde lo alto pero no puede regresar a él. Viajar es una escuela de humildad - me sigue comentando el autor de Microcosmos -; nos lleva a tocar con la mano los límites de nuestra comprensión, la precariedad de los esquemas y los instrumentos con los que una persona o una cultura presumen comprender o juzgar a otra.

Mientras tanto seguimos viendo pasar la llama de mano en mano, la luz olímpica que atraviesa incierta el salón donde estamos, que sale luego al pasillo, que intenta ser arrebatada y a la vez protegida, esa llama que no sabemos si encenderá protestas o quemara conciencias, llama olímpica que va hacia China en un zigzagueo de Historia.

- Vivir, viajar, escribir - continúa Magris charlando conmigo en esta habitación -. Acaso hoy la narrativa más auténtica - me dice -, no sé si usted se ha fijado, sea la que cuenta no a través de la invención y la ficción puras, sino a través de la toma directa de los hechos, de las cosas, de esas transformaciones locas y vertiginosas que, como dice Kapúscinski, impiden captar el mundo en su totalidad y ofrecer una síntesis de él, permitiendo capturar, como el reportero en la barahúnda de la batalla, sólo algunos fragmentos. Por lo demás, él mismo crea una literatura vitalísima zambulléndose en la realidad, plasmándola con rigurosa precisión, aferrando como un perro de caza sus detalles reveladores aún más huidizos y componiéndolo todo en un cuadro, fiel y a la vez reinventado, que es el retrato del mundo y del viaje a través del mundo. Quizá el viaje sea la expresión por excelencia de esa literatura, de esa narrativa "non fiction"teorizada por Truman Capote.

Sigue la llama olímpica viajando de mano en mano por el pasillo, por la terraza, por el jardín. ¿Llegará a iluminar cuanto desea? ¿Está cerca China o está lejos?

¿O somos nosotros los que estamos muy lejos de China?

(Imagen: pintura de Gao Xingjian, Premio Nobel de Literatura 2000)