viernes, 4 de abril de 2008

PARÍS, 1968




Esta vez en Mi Siglo he de hablar de una fecha personal. Hoy hace exactamente cuarenta años que publiqué mi primera crónica desde París como corresponsal del diario ABC de Madrid, puesto en el que estuve cerca de tres años.


Llegué a París un día de abril de 1968, una tarde lluviosa, y al aparcar desorientado en el Bois de Boulogne hasta esperar que la lluvia cesara y entrar en la ciudad oí repiquetear en el techo de mi coche cargado de libros todas las puntas de aquel 1968 que ya habían caído y algunas de las que aún iban a caer, maravillas de la historia y del periodismo. Caía 1968 con Dubcek en Checoslovaquia, nombrado primer secretario del partido; en Corea era capturado el buque estadounidense Pueblo en el mar del Japón; había una ofensiva del Thet en Vietnam del Sur; moría el cosmonauta Yuri Gagarin en accidente de aviación; y seguía lloviendo y moría también Jaume Sabartés, íntimo amigo y biógrafo de Picasso, disturbios estudiantiles agitaban España, concedían el Óscar a Rod Steiger y a Katherine Herpburn... y aún seguía lloviendo, aunque muy poco a poco fue amainando y aproveché entonces para arrancar de nuevo y bajar hasta la orilla del Sena - Avenue Kennedy, Avenue New York, Pont de l´Alma - hasta llegar a mi primera habitación en París, Hotel Gaillon, en la rue Gaillon, a pocos pasos de la Ópera.


Agradeceré siempre aquel cuartito del Hotel muy cerca de la place de la Bourse desde donde mandaría mis crónicas por "telex" y agradeceré ese enclave, tan vecino a los puentes del Sena, que también me permitió seguir el 10 de mayo hacia las tres de la tarde a la enorme multitud de estudiantes cruzando el río camino de la Sorbona en plena ebullición de los "sucesos" de aquellas famosas semanas.


Estos días en que aparece mi libro "París, mayo 1968. Crónica de un corresponsal" (Eunsa) y al que me referiré alguna vez más en Mi Siglo, la capital francesa me trae numerosos recuerdos. El 28 de aquel mes de mayo conocería en el Hotel Continental de París a un Francois Mitterrand que entonces tenía cincuenta y dos años, el 11 de mayo estaría con Daniel Cohn-Bendit entre el humo de las barricadas, en varias ocasiones - en conferencia de prensa en El Elíseo - con el general De Gaulle. Los domingos - sin duda para oxigenarme de tanta intoxicación política - charlaba largamente con intelectuales y artistas, como Gabriel Marcel o Robert Bresson, algunas de cuyas entrevistas las he incluido en los enlaces personales de este blog.


Escribir día a día las crónicas de la "revolución de mayo" - que ahora se recogen y comentan históricamente en este libro - supuso para mí el privilegio de estar en la primera fila de unos acontecimientos de enorme eco. A veces el periodismo aporta esas ventajas y transmite también esas responsabilidades. 1968 fue un año crucial en la célebre década de los sesenta. Eran los tiempos de los Beatles y sus melenas; el pelo de los Rolling Stones o de Jim Hendrix. Melenudos, desaliñados. Sin duda por eso fue el año en que se cantó:


"No hay palabras que canten la belleza, el esplendor, la maravilla de mi pelo, pelo, pelo, pelo, pelo, pelo, pelo. /Ondearlo, mostrarlo, tan largo como Dios lo pueda hacer crecer, mi pelo./ Lo quiero largo, liso, rizado, alborotado, enredado, áspero,/hirsuto, opaco, aceitoso, grasiento, lanoso, brillante, resplandeciente, humeante, / linoso, ceroso, nudoso, alunarado,/ retorcido, abaloriado, trenzado, empolvado, florecido y conffetiado, / ajorcado, enmarañado, lentejueleado y espaguetiado".


1968 y París en la memoria. 1968 y los recuerdos de París.

jueves, 3 de abril de 2008

EL TIEMPO EN EL CINE




El tiempo intenta ser recogido por el cine, las películas poseen un "tempo" propio, el cine llega a ser muchas veces testimonio histórico y obra documental, otras veces consigue establecer un lugar para siempre en nuestra memoria, pero lo que sobre todas las obras cinematográficas ocurre - como sobre todas las cosas - es el paso del tiempo por encima de las cintas y de las salas, el tiempo que pasa silenciosamente en esa oscuridad desde la que miramos a la pantalla, el tiempo que va pasando mientras la pantalla nos mira.

Raymond Chandler, hablando del cine negro, afirmaba en una carta, en 1946, que "Bogart es tanto mejor que cualquier otro actor duro, que hace parecer vagabundos a los Ladd y los Powell. Bogart puede ser duro sin un arma. Además tiene un sentido del humor que incluye el resabio raspante del desprecio. Ladd es duro, amargo y ocasionalmente encantador, pero después de todo es la idea que se hace un niño de un tipo duro. Bogart es el artículo genuino. Como Edward G. Robinson cuando era más joven, todo lo que tiene que hacer para dominar la escena es entrar".

En estos días en que nos ha abandonado el director anericano de origen griego Jules Dassin, repaso la visión que de él tuvo G. Caín ( o Guillermo Cabrera Infante). Cuando compara "Ciudad desnuda" con "Entre rejas" aplica la lente del tiempo que pasa y se pregunta, ya en 1958: "¿Está el lector entristecido por estas obras maestras que se deshacen en menos de diez años? No lo esté, por favor. Así es el cine. Además considere el aspecto espiritual: si se ha perdido una hija, se ha ganado un hijo: "Ciudad desnuda" no es tan buena como parecía, "Entre rejas" es mucho mejor de lo que nunca pareció".

El tiempo, pues, pasa silencioso por las salas oscuras y por las blancas pantallas y también va respondiendo a las frases de Chandler o de G. Caín, dándoles o quitándoles la razón.

Como el tiempo pasa igualmente sobre aquellas palabras de Dassin a Francois Truffaut: "Lo que me interesa - le dijo el autor de "Rififí" - es la verdad. El cine es el arte de las masas, la diversión menos costosa. Una película debe ser divertida. Usted descubrirá en mis películas una mezcla de divertimento y de lirismo: es mi pobre aportación a una expresión de la verdad, limitada por el "cine negro".


martes, 1 de abril de 2008

¿ LA IMAGINACIÓN AL PODER ?




Entro en este despacho italiano en donde el periodista veneciano Alberto Sinigaglia, sentado a pocos metros de Italo Calvino, le pregunta al autor de "Las ciudades invisibles":

- ¿El mundo será aún capaz de fantasía?

Calvino está un poco fatigado. Estamos en 1982. Faltan tres años para que el escritor fallezca.

-¿La imaginación al poder? A mí me parecía que era un eslogan muy hermoso. Pero pensando un poco en todo ello, el secreto está en que la imaginación no tome nunca el poder, es decir, no se transforme en palabra de orden, no se transforme en programa obligatorio. La imaginación, la fantasía, la creatividad de la que tanto se habla, deben de contraponerse a un elemento incluso de rutina, de algo predecible, que haga que la vida se pueda vivir.

Si todo es fantasía, no se realiza nada. Probablemente, si tenemos alrededor un escenario de grises paralelepídedos podremos decorarlo con lazos y banderitas. Pero si sólo tenemos lazos y banderitas no se consigue nada. Por ello yo soy algo desconfiado sobre todo eso del pacto de creatividad como fin de la educación, como principio primero, todo eso de que cualquier trabajo debe ser creativo...No. El trabajo debe ser exacto, metódico, hecho con unas ciertas reglas. Después, encima de todo eso, puede alzarse la creatividad.

Salgo de puntillas de este despacho italiano. Pienso en la fantasía y en el orden. En la invención y en la realidad.


domingo, 30 de marzo de 2008

UNA FOTOGRAFÍA




Con este "click" que ha hecho la cámara frente a mí acaban de robarme un átomo de tiempo, han cristalizado un instante, lo han solidificado, no se han dado cuenta, no me he dado cuenta, pero este movimiento imperceptible con el que acabo de agrandar las pupilas o las he empequeñecido, no lo sé, no lo recuerdo, ha sido atrapado para siempre, ya no volverá, ya no lo repetiré, no sé repetirlo exactamente, aunque me pidan ahora repetirlo no lo sabré hacer, será otro momento, otro movimiento, otro átomo de tiempo, casi pondré el mismo rictus y el mismo pulso en la mirada, una ligera y leve sonrisa, pero ya no será la misma, será muy parecida pero ya nada igual, la cámara, el ojo de la fotografía ha absorbido a mi ojo que la mira intentando divisar dónde se ha ido aquel instante que acaban de quitarme y que ya no volverá.

Es así la fotografía. Toda imagen cuenta una historia y esta imagen atrapa el segundo de esa historia cargada de pasados y presentes que será enmarcada y colocada encima de una repisa, quizá en un comedor, al principio en una primera línea de retratos, pasados los años en una segunda, después vendrá una mano anónima que la pasará a la fila tercera y por último llegará una voz y una pregunta que dirá: ¿y quién es éste?.

"Leo textos, imágenes, ciudades, rostros, gestos, escenas", decía Roland Barthes. Habría que añadir que esta fotografía que acaban de hacerme también intenta leer mi vida. ¿ Pero es verdad que con una sola fotografía una vida puede leerse?

( Pienso todo esto en el día en que un periodista español, Publio López Mondéjar, es acogido como académico en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y pronuncia su discurso sobre "La fotografía como fuente de memoria").